lectorzuela

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Un barco frágil de papeeeeeeel…

Llegamos antes que los demás para participar de la semana de orientación de los estudiantes internacionales. Por supuesto, todo el mundo es muy joven (freshmen-senior); mis colegas apenas tienes 22-23. Así que cuando me dijeron que Giacomo, el chico italiano, era más bien mayorcito, me entusiasmé. Y es que era muy incómodo ver cómo los chicos me preguntaban si era mi primer año, pero con aquella cara descreída, porque me veían muy vieja para ser una compañerita más.

El jueves fuimos a una fiesta de pizza y ahí estaba, finalmente, don Giacomo. No habían pasado diez minutos y el hombre ya me caía gordísimo: señaló, en este orden, que el sueldo era miserable, que la ciudad era aburrida, que estabas jodido si no tenías carro, que debías dormir con tapones en los oídos porque todos eran muy ruidosos, que nadie quería aprender italiano y que solo seguía en Colorado porque había conseguido novia.

Qué tipo más horrible, me dije, me recuerda a mí.

Entonces pensé en eso que dicen, que los opuestos se atraen, y pensé en las numerosísimas reuniones que hicimos antes de que viniera a esta ciudad, en lo bien que me he sentido y me han sentado estos años, desde que soy grande, en esta hermosa familia sustituta que hemos conformado. Pensé que es una suerte tenerlos en mi vida.

(lástima que ustedes, por otro lado, tengan que lidiar conmigo: ¡Ja!).

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Y el Nei, cuyo patrocinio hizo todo esto posible.

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